Obras de famosos artistas argentinos fueron analizadas en los laboratorios del INTI para certificar su autenticidad. Estos y futuros peritajes permitirán crear un banco de datos para la protección del patrimonio cultural.
Una obra de arte vale por ser única e irrepetible, por su aura, en términos del filósofo alemán Walter Benjamin, quien en 1936 se lamentaba ante la pérdida de la singularidad artística en la era de la reproducción técnica inaugurada por la fotografía y el cine.
Pero la tecnología no siempre es la villana de la industria cultural; también puede transformarse en una aliada fundamental del arte al momento de develar la autenticidad de una obra. Es ella, junto al saber de los peritos y valuadores, quien puede devolverle la dimensión aurática a una obra pictórica de la cual se tienen sospechas acerca de su originalidad.
Y no son pocas las ocasiones en que pinturas de famosos artistas son puestas bajo la lupa o, mejor dicho, bajo el microscopio electrónico. Tal fue el caso de tres obras que el Grupo Interdisciplinario de Valuación de Obras de Arte (GIVOA, una empresa argentina con sedes en España, Colombia, Estados Unidos y Perú), llevó hasta los laboratorios del INTI para poder determinar si se correspondían con sus autores. Nada más y nada menos que los argentinos Prilidiano Pueyrredón, Fernando García del Molino y Valentín Thibon de Libian.
Mónica Pinto, profesional del Centro INTI -Procesos Superficiales y una de las responsables del programa Restaurar del INTI dedicado a la preservación del patrimonio cultural- cuenta que “los ensayos que muchas veces hacemos para la industria en diferentes productos, desde una pieza de un puente hasta un tornillo se pueden aplicar al ámbito del arte con el mismo equipamiento. Logramos identificar los ligantes (resina orgánica) y pigmentos que componen las pinturas. También identificamos las fibras del lienzo para ver si eran naturales o sintéticas en INTI-Textiles”. Ambos estudios permitieron datar la antigüedad de las obras y determinar su autenticidad.
“Por lo general, un artista a lo largo de su vida utiliza siempre los mismos materiales. Al identificar los pigmentos, los peritos cuentan con información que les permite avalar una teoría acerca de la autoría de la obra”, señala la técnica de INTI.
¿Pero cómo es posible identificar cada componente de una pintura? La especialista del Centro de Procesos Superficiales explica que al ser analizada con un equipo de espectroscopía Raman, la muestra de pintura es iluminada por un láser. De esta manera absorbe energía y emite una señal que es captada por un detector que luego la “traduce” en forma de gráfico que es característico de cada pigmento. Una especie de huella digital.
El análisis para la identificación de los ligantes componentes de la pintura es similar y se realiza con un espectrofotómetro infrarrojo, del que también se obtiene un “espectro infrarrojo” con bandas características de cada grupo funcional. “Por la posición y relación de alturas de las bandas uno puede deducir si está en presencia de aceite, cera, grasas, acrílicos y otros compuestos”, precisa Pinto.
Ni inmaculado ni despojado de intereses comerciales, el campo del arte se rige por las reglas del mercado al igual que cualquier otro ámbito que involucra transacción de bienes. “El 70% de la documentación mundial de las obras de arte ha sido falsificada o adulterada. Esto sucede porque el mercado pide papeles, que son fáciles de falsificar, pero no analiza técnicamente las obras”, dispara Perino, quien señala que el propósito de los peritajes es impulsar el saneamiento de obra falsa dentro del mercado comercial del arte.
Argentina tiene pocos antecedentes de regirse por un plan estratégico de adquisición de obras por medio de compras. Las colecciones de los museos están compuestas en su mayoría por donaciones. Eso acarrea un problema, ya que a fines de siglo XIX y principios del XX nuestro país fue el destino predilecto de pintura europea que simulaba ser de grandes artistas. Poco importaba en ese momento verificar su autenticidad ante la faltante de obras que debían adornar una gran cantidad de palacios. Muchas de esas colecciones, al pasar a manos de sus herederos, fueron donadas a museos como originales. “Este es un tema muy sensible que suele ser evadido ya que la gran mayoría de las obras que se creen originales no fueron sometidas a estudios técnicos, ni en Argentina ni en el mundo. Unos pocos museos, como la National Gallery de Londres se ha dado el lujo después de 300 años de ponerle la palabra ‘atribuida’ en vez de ‘auténtica’ a 150 obras de su colección, lo cual significa que no existe un 100% de certeza sobre su autenticidad pero que hay suficientes elementos para pensar que la obra es original”, relata el perito argentino.